lunes, 15 de marzo de 2010

El Antimatrimonio.

El hermano de ella lo llamaba el antimatrimonio, ya que tenia todas las características que según él no debía tener un matrimonio. Un amigo guasón le había contestado una vez a eso: ¡Cierto! ¡Incluso se llevan bien!
La primera y primordial peculiaridad de aquella extraña pareja es que no estaban casados. Al menos no legalmente. Había habido una "ceremonia". Él llevaba chaqué, ella vestido blanco. En una capilla. Eso fue todo. No hubo sacerdote, ni testigos, ni invitado alguno. Tras prometerse un amor "eterno mientras dure", se desnudaron el uno al otro e hicieron el amor en el suelo, frente al altar.
Si hubo, pese a todo, luna de miel. Viajaron por Italia durante varios meses, en los que concibieron un hijo.
Ella usaba siempre el apellido de él excepto en los documentos oficiales. Y se llamaban a si mismos marido y mujer. Eran una pareja correcta cara al público y muy bien avenida. En la intimidad eran amorosos y atentos el uno con el otro.
El pobre hermano había tenido que oír muchas veces la expresión "querría un matrimonio como ese". Y se desesperaba. Porque, según decía él, eso era imposible. Para tener una relación como esa había que ser ellos y ellos eran únicos. Y es que él conocía los secretos de ese matrimonio. Sabía que, en realidad, por sus respectivos trabajos, se veían muy poco. Y que cuando ella había tenido que trasladarse durante unos meses por trabajo, le había buscado una amante a él, para que la añorara menos. Sabía que tanto ella como él habían tenido escarceos sexuales fuera del matrimonio, igual que sabía que ellos habían sido amantes mucho antes de hacerlo oficial, cuando aún estaban casados con otras personas.
Todo esto era lo que ponía nervioso al hermano de ella. Pero lo cierto es que él era de los pocos que sabía que ese matrimonio no podía ser de otra manera, que ellos se querían y que eran felices así. Que no habían pensado tener hijos, pero cuando descubrieron que había uno en camino y tubieron que decidir, se dijeron el uno al otro "solo tendría hijos contigo".
Sabía incluso, aunque nadie se lo había dicho, que por las noches, en la cama, apasionada ella le decía una y otra vez "soy tuya y solo tuya". Y que después, abrazados, él le susurraba a ella que era la mejor de todas las amates que había tenido y que era lo mejor que le había pasado en la vida. Y sabía que todo eso que se decían era verdad. Y que por eso ese matrimonio tramposo, que no cumplía las normas de lo que debía ser un buen matrimonio, era realmente, el mas verdadero y por ello el mas puro, de cuantos él conocía.