domingo, 19 de octubre de 2008

Si pudiera...

Si pudiera expresar aquí todo lo que siento. Los vacíos y las alegrías, las decepciones y las esperanzas, nos golpes dados y recibidos, lo terrible que es caer y lo magnifico que es volver a levantarse. Pero no puedo, no lo consigo. Aunque eso es lo que intento cada vez que escribo, expresar sensaciones y sentimientos, mas allá de las palabras. Aunque se bien que lo que una siente al escribir no es lo mismo que lo que siente el lector. Pero si tan solo pudiera hacer entender una mínima parte de lo que siento, me sentiría satisfecha. Y de paso, seguir descubriendo mi propia esencia, que es lo que suele suceder cuando expresas ideas y sentimientos.
Aunque, claro está, una no siempre encuentra cosas bonitas. Hay cosas en mi interior que me disgustan, pero que forman parte de mi hasta tal punto, que si las cambiara todo lo que soy sufriría una transformación. Quiero renunciar a lo malo pero no a lo bueno que el sufrimiento me ha traído. Supongo que la vida está llena de contradicciones.

Lo peor que se le puede hacer a un ángel

Cortarle las alas. No se lo que opinareis vosotros pero yo creo que lo peor que se puede hacer a un ser vivo es cambiar su esencia. Esa parte, que es lo mas puro que tenemos. Y la esencia del ángel reside en sus alas. Estas son su magia, su distintivo, lo que los diferencia, su esencia.
Una de las razones por la que escribo este blog es para que me contéis vuestras opiniones, así que, como sin duda muchos tendréis opiniones distintas a la mía, por favor, hacedmelas saber. Aprendamos los unos de los otros.

domingo, 5 de octubre de 2008

Relato

Llovía en el exterior, pero dentro el ambiente era cálido y la música suave. Pedí un café y un trozo de tarta y me dirigí a un rincón, desde donde podía ver la calle a través de los cristales. Pronto localicé miradas complices detrás de la barra. Miradas amigas que me hacían sentir en casa. Reconocí a algunos clientes habituales que, fieles a su rutina, bebían los mismos cafés y leían los mismos libros y los mismos periodicos en las mismas mesas. Se oían los ecos de las conversaciones y las risas y muy de fondo, casi imperceptible, la lluvia. Allí dentro, para mi, las palabras refugio y hogar cobraban sentido. El trabajo debía haberse calmado un poco, porque esos tiernos ojos color avellana se acercaron con una sonrisa, mi café y mi tarta a la mesa. Se sentó y nos cogimos la mano. Pronto, a medida que la clientela abandonaba el local los demás camareros se iban acercando. Unimos mesas y sillas y pusimos los últimos cafés y algo que comer. Unos pocos clientes se unieron al coloquio. Cerramos las puertas y charlamos animadamente hasta el amanecer, contando historias, anecdotas y confidencias. Fuera había dejado de llover, pero nadie se dió cuenta.