Ayer, escribiendo sobre mi padre abrí una herida que no se curar. Es de esas que a mi solo se me curan con el tiempo, y que dejan una fea cicatriz que nunca termina de curar. Es mas habitual en mi decir que le odio, me enfado con el, le desprecio o le ignoro. Porque no duele, al menos no tanto como decir cuanto le quiero. Porque si le quiero siento todo lo que me falta y el vacío es grande.
Vivo en altibajos porque mi situacion personal es... jodida.
Esta mañana he amanecido (casi a las 12 de mediodía) pensando que quizá madurar sea eso; aprender que no somos inmunes a nada, ni inmortales, ni todopoderosos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario