lunes, 20 de julio de 2009

Relato III

Su aspecto era cansado, desvalido. Le dolían las articulaciones solo de caminar, las arrugas surcaban su cara y las canas su cabello. Parecía en su rostro mucho mas viejo de lo que realmente era. Tenía un cuerpo delgado de apariencia débil. Solo vi eso al principio. Pero entonces, un día hubo búsqueda. Y vi despertar sus ojos en una mirada joven y fuerte, mucho mas fuerte y viva que la de muchos de mi edad. Y supe claramente sin necesitar ninguna prueba de ello que ella le había amado. Que él había estado en su cama, había besado sus pechos y había acariciado sus caderas. Lo supe.

Cuando, con anterioridad me habían preguntado si sentiría celos al conocer a alguno de sus antiguos amantes, había contestado que no lo sabía, pensando sinceramente que sí los tendría. Pero no los tuve. No de él. Sentí mas bien una oleada de cariño hacia aquel anciano bibliotecario, que una vez había sido como yo y la había amado y deseado tanto como yo. Y además,no odiaba al mundo porque ella le hubiera abandonado. Esta última idea cayó encima mio como una losa. El la había amado, como mi padre, pero no la odiaba por haberse alejado. Quizá hubiera esperanza para mi. Quizá yo no tuviera porque odiarla. Quizá hubiera salvación para mi. ¿Uno podía estar en sus brazos y no caer en la desesperación al perderla? Perderla...

Volví a ese lugar recondito y peligroso ¿y si no tubiera que perderla? ¿Y si pudiera conservarla, vivir con ella, sentirla todos los días?

-Olvidate de eso...- tarde un tiempo en entender que la voz no estaba en mi cabeza, era el anciano
-¿Como? - ¿Estabamos hablando de algo? ¿O sabía lo que yo pensaba?
- No pienses en conservarla, tienes que asumir que algun día la puedes perder- sonrío ante mi evidente confusión- Sí, a ella...
El ambiente era distendido así que me atreví a preguntar.
-Entonces ¿no me queda otra que perderla?
- No, puedes conservarla, pero sin pensar en ello. En el momento en que desees conservarla, aprisionarla, la perderás.

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