miércoles, 24 de junio de 2009

Escenas infantiles II

La niña era un terremoto. Sus padres solían amonestarla por no estarse quieta ni un segundo por mucho que se lo ordenaran, pero cumplir esa orden era para la pequeña casi un imposible. Ella lo necesitaba, moverse, investigar, descubrir. Cada cosa nueva que aprendía producía una increíble alegría a la que ella no podía renunciar por nada del mundo, ni aunque significara el castigo. Las reprimendas y amonestaciones eran suaves pellizcos insignificantes comparados con el placer de los juegos y descubrimientos.
Aquella noche, como muchas noches no podía dormir. El mundo era demasiado maravilloso y emocionante para pasar tanto tiempo durmiendo. Incluso cuando estaba cansada ignoraba esa sensación porque la emoción la fuerza y la resistencia eran mas fuertes. No recordaba ningún día en su vida en que se hubiera dormido sin estar completamente agotada. No podía imaginar llegar a desear nunca dormir sin cansancio. Es por ello que aquello la sorprendió.
Nunca un hombre la había tocado así, aunque no podía identificar exactamente como era así. No era malo, de hecho era lo mejor que había sentido nunca. Abrazada a él, por primera vez en su vida no tenía intenciones de moverse, de hecho hubiera permanecido así durante horas. Se sentía increíblemente tranquila y segura. Cerró los ojos y se concentró en estas nuevas sensaciones. Pronto quedó dormida, por primera vez sin la ayuda del cansancio el control de sus padres sino por la paz que aquel hombre le transmitía.

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